viernes, 17 de febrero de 2012

Pereza





Leo en las notícias el revuelo suscitado a raíz de la exposición de fotografías de Bruce LaBruce que se celebra en la Fresh Gallery de Madrid coincidiendo con la fanfarria de ARCO y no puedo evitar sentirme invadido por una rara sensación, mezcla de insatisfacción y cansancio.

Con una táctica descontextualizadora de 1+1 = 2, este señor, cuya obra postpornográfica desconozco, se ha dedicado a retratar personajes del faranduleo capitalino en disposición libidinosa, inmersos en escenas de clara inspiración religiosa. Aquí viene el primer déjà vu: digo yo que ya no estamos en los 80's y que esto está más visto que el TBO. Por más impecables que sean esas instantáneas, no les veo el más mínimo discurso por ningún lado, y lo que es peor, me aburren soberanamente. En principio descarto que la intención del canadiense sea la de escandalizar al personal, pues considero que a estas alturas hay que ser muy naïf o directamente adolescente para plantearse la práctica artística como revulsivo destinado a epatar, mucho menos mezclando sexo y religión.

Pero lo mejor viene con el segundo déjà vu: resulta que finalmente se ha liado la de Dios es Cristo y los representantes de la castiza, beata y púdica sociedad bienpensante no sólo se han llevado las manos a la cabeza, sino que han llegado a atacar la galería donde se exponen las obras con un par de cócteles Molotov. Marinetti se hubiera corrido del gusto.

Es un hecho que nuestra sociedad va para atrás como un cangrejo puesto de speed hasta las cejas, y yo, lamentablemente, ya no me sorprendo de nada. Solo siento una profunda pereza.

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